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Realidad habitacional de la población José María Caro estuvo presente en la Bienal de Venecia 2021

Chile estuvo representado por 525 pinturas basadas en testimonios de vecinas y vecinos de este barrio de la capital. Daniela Aravena, encargada del área de Artes Visuales y Arquitectura de la Dirección de Asuntos Culturales (DIRAC), conversó con los responsables de la muestra que se exhibirá este mes en Santiago de Chile.

Lunes 3 de enero de 2022

“Testimonial Spaces” (Espacios Testimoniales) fue el nombre de la propuesta chilena que se lució en la XVII Bienal de Arquitectura de Venecia y que podrá ser vista en Chile este mes en la sede del Parque Forestal del Museo de Arte Contemporáneo (MAC).

Los arquitectos y artistas de la Universidad de Chile a cargo de esta iniciativa trabajaron en torno a la interrogante de la Bienal: ¿Cómo viviremos juntos? (“How will we live together?”). Un cuestionamiento que el pabellón de este país enfrentó desde la realidad de la población José María Caro, generando una respuesta trascendental en términos urbanísticos y comunitarios.

Según los responsables del proyecto del pabellón de Chile en Venecia 2021 la respuesta a la interrogante de la Bienal “¿Cómo viviremos juntos?”, está en la coexistencia de todos los testimonios de los vecinos y vecinas de José María Caro.

Así, el proyecto, emplazado en el Arsenale de la Bienal, mostró de manera sintética, estructurada e inclusiva 525 obras de 21 artistas a partir de los relatos de vecinos y vecinas de este barrio, reflejando vivencias cotidianas y espacios comunes; situaciones de desigualdad y de conflicto universal, más allá de las fronteras locales.

La propuesta “Testimonial Spaces” fue apoyada y promovida por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (Mincap) de Chile, con apoyo de la Dirección de Asuntos Culturales (DIRAC) del Ministerio de Relaciones Exteriores de este país. 

Su realización estuvo a cargo del arquitecto Cristóbal Molina, en su rol de encargado de arquitectura del Mincap y comisario de la muestra, y de los curadores Emilio Marín y Rodrigo Sepúlveda, ambos arquitectos de la Universidad de Chile, quienes ganaron un concurso público para esta participación. 

Relación íntima. El espectador
dialoga con el formato
propuesto por el pabellón
de Chile en Venecia.
Si bien el conjunto es enorme,
las pinturas pueden ser
observadas una a una.

El equipo curatorial fue integrado, además, por el académico de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile y director artístico de esta exposición, Pablo Ferrer; el historiador Juan Radic; María Gracia Fernández en el diseño gráfico; Pablo Brugnoli en museografía y Victoria Campino en la iluminación. 

Por su parte, Marín, Sepúlveda y Ferrer se encargaron de profundizar en el trabajo y proyecciones de la apuesta chilena en el evento de mayor envergadura de esta disciplina:  la Bienal de Arquitectura de Venecia. Son ellos quienes conversaron con Daniela Aravena, encargada del área de Artes Visuales y Arquitectura de la DIRAC.

 “¿Como viviremos juntos?” es el tema curatorial que convocó la Bienal de Venecia, ¿por qué eligieron la experiencia de vida comunitaria de la población José María Caro?

La pregunta ¿cómo viviremos juntos? implica una reflexión sobre el proceso de cómo hemos vivido juntos como comunidad y sociedad durante los diferentes procesos históricos y políticos del territorio habitado. En esa dirección, tomamos el caso de la población José María Caro porque es ejemplar en su proceso de planificación y urbanización desde finales de la década de los 50 hasta nuestros días. Creemos que en la coexistencia de todos los relatos que recibimos hay algo así como una respuesta a esta interrogante. Pensamos que no es una respuesta simple, dada la complejidad de la pregunta, pero emerge de una observación de la realidad que muestra roces y conflictos, además de lo que podríamos llamar acuerdos y logros comunitarios.

-¿Cómo fue el proceso de recopilar más de 500 testimonios de las pobladoras y los pobladores del barrio José María Caro?

Un equipo de historiadores liderados por Juan Radic se reunieron durante dos meses con habitantes de la población y a partir de preguntas que buscaban recoger acontecimientos memorables de la vida en común, se redactaron breves y visuales textos para servir de modelo a los pintores. Las pinturas no fueron realizadas por los pobladores, sino que por un grupo de estudiantes y egresados de la carrera de Artes Visuales de La Universidad de Chile.  

-¿Pueden profundizar más sobre las decisiones formales en relación con las pinturas?

Elegimos un formato más bien pequeño que no vuelve heroicas las imágenes y mantiene una relación íntima del espectador con el formato. El conjunto es enorme, pero el espectador se debe acercar a cada pintura si quiere verla bien.

Por un lado, decidimos que las telas fueran de lino imprimado transparente. Esto le daba al conjunto una tonalidad común y les pedimos a los pintores que dejaran este soporte a la vista en alguna parte de cada imagen. Además, les entregamos a los pintores una paleta restringida de tres colores más blanco, lo que también reforzaba la unidad, teniendo el cuidado de escoger colores que inclinaran la atmósfera hacia tonalidades terrosas y grises que creemos dominan nuestro entorno. Esta paleta evita que salgan pinturas con un colorido “californiano”, por ejemplo.

Asimismo, en ninguna imagen está el horizonte a la vista. el punto de vista es siempre cenital y esto nos permite destapar los techos y mostrar lo que ocurre adentro. Este punto de vista también nos permite relacionar las pinturas con la representación tradicional de la arquitectura, por ejemplo, las vistas isométricas.  

Por último, pusimos mucho énfasis en la síntesis de las formas y los cuerpos. Esto vuelve las imágenes menos dependientes de nuestro entorno local y las hace dialogar con un espacio más universal.

El concepto de fragilidad subyace tanto en las pinturas como en el volumen. “Hay cierta economía en producir con un gesto mínimo un acto monumental”, dicen los encargados de la iniciativa.


EBULLICIÓN CULTURAL

¿Cómo fue su experiencia en la Bienal de Venecia?

La experiencia fue muy positiva. Si bien el evento se postergó por casi un año de la fecha original, esto nos permitió reflexionar más sobre la propuesta y evitar los imprevistos propios desde este tipo de proyectos, donde se trabaja mucho de manera remota. Estando allá, la atmósfera, tanto de la ciudad, con museos abiertos, con grandes muestras en paralelo a la Bienal y con la Bienal recién inaugurada, se vive un ambiente de ebullición cultural de manera continua, único y muy enriquecedor. Se suma a esto la oportunidad de poder intercambiar ideas con arquitectos y artistas de todo el mundo en un mismo lugar.

¿Qué ha sido lo más significativo de su experiencia en la Bienal?

Pensamos en la positiva recepción, tanto en los días del pre opening por parte de la prensa especializada y arquitectos, como en los primeros días de la apertura al público en general. 

Resulta muy gratificante tener una buena recepción después de tanto trabajo, sobre todo en un contexto internacional. Ver cómo el proyecto toma sentido con una audiencia internacional, a pesar de tener su origen en un ejemplo muy local ubicado en nuestro país.

¿Cómo aporta esta participación a la Diplomacia Cultural?

Creemos que el pabellón se presentó de manera muy honesta, potente y nítida, al mismo tiempo que (de forma) poco pretenciosa. Nos atreveríamos a decir que estuvo el concepto de fragilidad de manera muy presente, tanto en las pinturas como en el volumen. Hay cierta economía en producir con un gesto mínimo un acto monumental, y creemos que son características muy chilenas que uno puede reconocer en otras expresiones artísticas locales notables.