Rosabetty Muñoz, Andrés Montero, Paloma Valdivia y Thomas Harris: “Así recuerdo a Neruda”
Cuatro destacados/as escritores/as y poetas nos cuentan su cercanía y experiencia con “20 Poemas de amor y una canción desesperada”, quizá la obra más célebre e inmortal de nuestro Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, escrita cuando tenía tan solo 19 años, y que lo convirtió en una de las figuras más universales de todos los tiempos.
/ Foto Fernando Lavoz
“Cuando uno tiene doce o trece años y alguien le presta un libro con poemas de amor (comprarlo es impensable) se inicia una relación intensa. Uno ya había leído en la escuela el Poema 15 y el 20; había sentido titilar los astros a lo lejos y también escribía en las noches versos que no le mostraba –entonces– a nadie. Entonces, uno toma ese libro muy usado, abierto innumerable veces y se va con una mantita, una bolsa con manzanas verdes y un paquetito de sal a tenderse debajo del enorme ciprés que da a la playa del Fuerte en Ancud y se queda ahí horas y horas, leyendo, cerrando el libro, volviendo a algunos versos y dejando que las horas se llenen de palabras soñadas, espesas. Hay libros así, que son como afectos viejos, amasados con otras experiencias vitales. Que se quedan pegados a los años tiernos de la adolescencia para siempre”.
Rosabetty Muñoz, poeta.
Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2024.
“En quinto o sexto básico, una profesora de lenguaje (tal vez fuera la bibliotecaria), nos repartió a cada niño una hojita que contenía un poema numerado. A mí me tocó el que tenía el número XV. No me gustó o no lo entendí. A mi compañero de banco le tocó el XIV. Le pedí leerlo, a ver si era mejor. Me quedé pegado en un verso que decía “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”. Tampoco entendí, pero creo que esas palabras lograron hacerme sentir algo indefinible que se parecía a la emoción (como todos los niños de sexto básico, estaba completa y secretamente enamorado). La profesora explicó a quién pertenecían los poemas, y también que eran parte de un libro que los reunía: Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Lo de los veinte poemas más o menos lo pillaba; lo de la canción desesperada no tanto.
Algunas semanas después, en las vacaciones de invierno, durante un paseo al muelle de San Antonio, vi ese libro ofreciéndose sobre una mantita, rodeado de unos quince libros más. Lo vendía un señor barbudo y con gorro de lana que parecía tener todo el tiempo del mundo. Los adultos nos habían dado a los niños algo de plata para que nos compráramos lo que se vendía en las ferias: una pulsera, un tatuaje, una manzana confitada, una frutilla con chocolate. Pero a mí todavía me resonaban en la cabeza la primavera y los cerezos, supongo, o a lo mejor quería entender por mí mismo qué era eso de la canción desesperada. Así que ahí, en el muelle de San Antonio, por primera vez en mi vida, señalé un libro que nadie me obligaba a leer, y mucho menos a comprar, y me lo llevé conmigo, y luego lo leí, y lo dejé en un librero donde era –todavía– el único libro, y lo volví a leer varias veces y después me aprendí de memoria algún poema.
Todavía no entiendo a qué se refería Neruda con la primavera y los cerezos, y nunca me terminó de gustar la canción desesperada. Y sin embargo, ahí sigue ese ejemplar gastado, rodeando de un buen millar de otros libros, a los que sospecho que, en las noches, cuando hasta los fantasmas duermen, les comenta que cuando él llegó esto, todo esto, era puro campo”.
Andrés Montero, autor de “El año en que hablamos
con el mar” (2024) y otros libros para jóvenes y adultos.
“Revisitar Veinte poemas de amor y una canción desesperada para ilustrar la portada de la celebración de los 100 años de su publicación fue una sorpresa. Más que leer estos poemas lo vi con nitidez. Fue difícil escoger entre tanta belleza y gracia. Me quedé con estos fragmentos (o imágenes) por su poder evocativo y el placer que me da leerlos e imaginarlos una y otra vez:
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua".
Paloma Valdivia
Ilustradora, ganadora del Gran Prix de la Bienal de Bratislava.
“Si bien descubrí la literatura con Julio Verne y Edgar Alan Poe, con sus relatos alucinantes que me ofrecían un mundo alternativo, la poesía la descubrí o me llegó –porque la poesía te llega–cuando estaba en el liceo, por el año 71 quizás, en esa década que tuve la suerte de vivir, porque en el liceo además de enamorarse, uno conversaba y discutía incluso se peleaba por cuestiones políticas y existenciales.
Fueron tres poetas que marcaron mis inicio en la poesía, uno peruano, César Vallejo, y dos chilenos, que más tarde ya estudiándolos supe que eran dos polos casi opuestos de un mismo fenómeno o pasión, lo poético, mirar el mundo desde la poesía, es decir el lenguaje y la belleza, la palabra distinta, esa como rara, a la de todos los días: Nicanor Parra y Pablo Neruda. Pero en mis primeras lecturas no los encontraba tan distintos, hablaban de cosas cotidianas, de todos los días, de una manera muy peculiar sí, pero uno se reconocía en ellos.
Como decía por esos años de aprendizaje y espinillas, para mí lo más importante era el amor y la política, un mundo mejor, más justo y una chica o unas chicas para compartirlo. Y el amor, sin saberlo del todo, me llegó en sus múltiples formas de relación con el otro –la otra en mi caso– con los 20 maravillosos poemas de amor de Neruda y su Canción desesperada. Porque en nuestra edad de aprendizaje el amor es además de dolor de guata, desesperación, y pasión, deseo sobre todo, y cuerpos que se entrelazan en fiestas al ritmo de un blues o un ‘lento’ como decíamos entonces.
Para mí los 20 poemas de amor fueron tan importantes como las canciones de amor que bailábamos en las fiestas hasta las 12 o una de la mañana, ‘Playa Solitaria’ o ‘Una Blanca Palidez’ en esos años setenteros, porque esos poemas le ponían palabras a ese sentimiento poderoso y extraño, inexplicable y transformador. Y también cuerpo: Neruda en sus 20 poemas le dio cuerpo al sentimiento, voz al deseo, esa llama roja, de la que habla Octavio Paz, además de la azul espiritual: ‘Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos/ te pareces al mundo en tu actitud de entrega’…
Para mí el poema que más me conmueve de los 20 es el 15. Ese que comienza: ‘Me gusta cuando callas porque estás como ausente’ porque habla del silencio en la pareja, de la distancia que es cercanía, de aprender a estar con la otra o el otro sin hablar, incluso a veces sin sentirlo en todo el fragor de la pasión, porque es esos momentos el cuerpo ya está apaciguado y las palabras demás: y todo dicho a través de la palabra. Uno de los mejores lectores de Rimbaud de nuestra poesía chilena, Neruda, en este poema, también a través del tema amoroso, nos enseña a valorar el silencio. Creo que Neruda no sólo nos hace aprender a cantarle al amor, sino que nos enseña cosas del amor, del arte de amar. Y de una manera sencilla y profunda a la vez. Si hay por ejemplo en el cine moderno (o post), alguien que no hace sentir el amor de esa manera simple y profunda es Richard Linklater con su trilogía After… Sí, Neruda se parece a Linklater cuando ambos tratan del amor, porque lo universalizan y expanden, y nos muestran sus cotidianas y también sublimes maravillas.
Thomas Harris Espinoza
Poeta, editor de Ediciones Biblioteca Nacional