Cecilia Vicuña desde Nueva York: “Las mujeres somos las únicas que estamos genuina, total y absolutamente interesadas en la continuidad de la vida”
En entrevista con DIRAC, la artista visual chilena más reconocida internacionalmente nos entrega su visión sobre los grandes temas de hoy y de su exitosa carrera en este Día Internacional de la Mujer.
Dirac / Paola Wachter / Periodista.
Cecilia Vicuña tuvo un 2022 de grandes éxitos, de esos que pocos artistas de este país se atreven siquiera a soñar. Conquistó los escenarios de la 59 Bienal de Arte de Venecia, uno de los encuentros de arte contemporáneo más importante del mundo, que la coronó con el Premio León de Oro a la Trayectoria. El 23 de abril, en la madrugada de Chile, la connotada poeta, cineasta y activista (Santiago, 1948) vestida de su rojo característico y sonriendo a más no poder, levantó el galardón y dijo: “Siento que este premio no es solamente para mí, sino para el mundo indígena y mestizo de América del que vengo”.
Ese momento crucial era la antesala de grandes reconocimientos, porque más tarde hizo nuevamente historia al convertirse en la primera artista latinoamericana en realizar una muestra individual (“Spin Spin Triangulene”) en la icónica rotonda espiral del Museo Guggenheim de Nueva York, donde abarcó temas que involucran la memoria, su cosmovisión indígena y la física cuántica. Son 60 años de trabajo de esta artista que cruza la escritura, el cine y las artes visuales. Actualmente, su obra “Brain Forest Quipu” está siendo exhibida en las turbinas de la Tate Modern Gallery de Londres y recibe la atención de cientos de miles de visitantes.
En conversación con DIRAC, Cecilia Vicuña habló desde Nueva York, donde reside hace 42 años, sobre estos momentos “inexplicables”, pero “bellos”, como los califica. Y lo hace con una sencillez aplastante, voz tranquila y pausada, siempre sonriente y como si reviviera las distintas situaciones, quizá consciente de que forman parte de una cadena de propósitos, de un proceso cultural necesario y de banderas de luchas que aún siguen su curso: sobre la mujer, el indigenismo, el cuidado de nuestra tierra y el medio ambiente. En estos asuntos su lenguaje sube de tono y su vocabulario se vuelve más vívido, para contar lo extraordinario y lo mundano, sus experiencias y su arte.
“Pensaba que me iba a morir como una autora secreta”, dijo en una entrevista en El País de España en 2020. Nada más lejos de la realidad de hoy. El punto de arranque y de no retorno fue “Documenta 14”, en 2017, donde presentó su Quipu menstrual, con un éxito rotundo y gran visibilidad. “Me cambió la vida”, expresa.
2023 recibe con los brazos abiertos a Cecilia Vicuña, en EE.UU. y en su regreso a Chile; o viceversa. Lo cierto es que la más internacional de nuestras artistas ingresó a la Academia de Artes de Estados Unidos –grupo selecto que incluye al cineasta Francis Ford Coppola– y vuelve a este país con su primera muestra individual después de 50 años en el Museo Nacional de Bellas Artes: “Soñar el agua. Una retrospectiva del futuro (1964-2023)”.
Quería comenzar la entrevista evocando aquella imagen que muchos mantienen en la retina: cuando levantas el premio León de Oro a la Trayectoria en la Bienal de Venecia con una alegría desbordante ¿Cuál es el significado más profundo de aquella imagen?
“Me alegro que hayas sentido eso, porque eso exacto fue lo que sentí yo. Allí todo era muy medido, muy elegante, y todos los que habían recibido premio decían ‘muchas gracias’, etc., etc., pero cuando me lo dieron a mí fue como una explosión, como si hubiera estallado un volcán. Para mí eso es Latinoamérica; eso es lo que nosotros somos, los mestizos, esa cultura amerindia. Para mí era el triunfo de la cultura amerindia. Nunca se ha tratado de Cecilia; siempre se ha tratado de eso que nosotros hemos recibido, que es la gloria, es la belleza misma, y nosotros mismos somos los que nos encargamos de destruirla, de minimizarla, de mirarla en menos. Y esa es la historia de Latinoamérica. Entonces, ese día llegué con el mismo gozo, ese orgullo, porque era un orgullo así, superlativo, no era un orgullo personal. Y eso es lo que importa: era un orgullo universal, de nuestra cultura, de lo que hemos recibido”.
Además, se celebraba a la artista mujer en una de las bienales con mayor presencia femenina, incluida la de la curadora italiana Cecilia Alemani; algo poco frecuente en instancias como esta.
Efectivamente, la prensa mundial está escondiendo el hecho de que hay un despertar universal. Desde las niñitas más chiquititas, tienen cinco años y ya saben... Hasta las viejitas, entre las que me incluyo: Todos sabemos que este es el momento de las mujeres. ¿Por qué? Porque las mujeres somos las únicas que estamos genuina, total y absolutamente interesadas en la continuidad de la vida ¿Te fijas? Y la continuidad de la vida pasa por transformar nuestra sociedad, pasa por transformar este modo de destruir la tierra y hacernos daños los unos a los otros.
Las mujeres y la cultura de la solidaridad
En 2020 señalaste al diario español El País que “Yo pensaba que me iba a morir como una autora secreta”. Dos años después viene esta seguidilla de éxitos: en Venecia, Londres, Nueva York. Además, la revista ArtReview te incluye entre las 100 figuras más poderosas del arte contemporáneo del mundo. ¿Cómo saltar del anonimato a la fama internacional?
Se puede explicar de muchas maneras. Y eso es lo lindo, es inagotable la explicación. La primera cosa que hay que aceptar es que es imponderable; sucedió por sí mismo. Nadie lo buscó, nadie lo organizó, no hubo una campaña, no hubo un poder, no hubo nada detrás. Esto fue sucediendo a lo largo de miles de años, digamos. Porque yo soy el producto de miles de años. Las mujeres han sido suprimidas por más de 5 mil años. Yo era chiquitita cuando mis dos abuelitas, que fueron artistas ambas, me decían. ‘mijita, no se case nunca’, porque ellas percibieron cuando yo era un bebé que yo también iba a ser artista, ¿ves? Me dan ganas de llorar cuando te digo esto. Entonces qué pasó. Que desde niña trabajé, trabajé y trabajé. Yo fui trabajando siempre con personas y se fue creando un mar de personas con las que yo trabajaba, y todo eso era invisible. Y de pronto, era como si llegara un tsunami, en que todas esas voces –en inglés hay un verbo muy bonito que dice “to coalesce”– cohesionaron en un acto maravilloso que fue transformando mi vida, que fue la “Documenta 14”.
¿Y qué pasó en Documenta 14?
En la “Documenta 14”, que se inauguró en Atenas, éramos 150 artistas y la noche de la apertura, calladito, su director Adam Szymczyk me mandó una persona que me dijo al oído para que nadie más oyera ‘Cecilia, te necesitamos’. Y me llevaron a una sala donde estaban reunidos todos los periodistas del mundo que habían venido con sus cámaras, televisores y todo. Yo iba a ser la única artista que iba a hablar. Me llevaron al pie de mi Quipu y los ministros de Estado estaban allí, estaba lleno de gente y me ponen allí, ‘pum’ en dos segundos. Yo no pude ni peinarme. Entonces tuve que decir lo que yo tenía que decir. Hasta los ministros lloraron por lo que dije. Dije más o menos ‘que ha llegado el momento en que la cultura humana tiene que dejar de destruir la tierra y construir una cultura de solidaridad, y que el símbolo ante esa solidaridad es la menstruación’. Por eso yo había hecho un Quipu menstrual, porque la menstruación es lo que hace posible la continuidad de la vida humana. Entonces no podemos seguir despreciando a lo más valioso que tenemos: que es esa relación, esa continuidad de vida de madre e hija ¿Te fijas? Y es lo mismo que celebró la Bienal, porque en la Bienal de Venecia, cinco años después, fíjate que la curadora, que posiblemente no tenía idea de esta historia, no sé si la sabía, escoge como símbolo de la Bienal el retrato que yo hice de mi mamá ¿ves? Y en ese retrato mi mamá está pariendo a una niñita que soy yo, y la niñita se va yendo en un río de sangre junto con todos los exilados. Entonces es ese sufrimiento tremendo en que el amor no tiene valor, y en que la vida no tiene valor. Eso es lo que tenemos que cambiar.
Tu mamá está presente en el afiche de la Bienal de Venecia, en el evento, en la premiación, en las RRSS y en tus conversaciones. No es difícil inferir la importancia de ella en tu vida y en tu arte.
Ella ha influido en el sentido que ella es tal como es. No ha influido nunca en el sentido de decirme “mijita, ‘esto sí, esto no’”. Jamás. Ella ha influido porque se caga de la risa. Ella ha influido porque en cualquier ocasión hay que bailar, ¿te fijas? Ella ha influido porque está en directa y absoluta comunicación con las plantas, con los animales, con las estrellas, con la luna, con el sol. Es decir, es una persona que siendo mestiza, posiblemente, o quizá indígena –debe ser indígena, pienso yo, porque yo me hice mi ADN y mi ADN materno es indígena–, pero nunca lo supo. Como la mayor parte de los latinoamericanos, que son mestizos, no lo reconocen. No lo saben, pero son.
¿O lo saben y no quieren reconocerlo?
Las dos cosas. A los que lo saben o les da vergüenza… Y ahí el desprecio, el racismo y el odio. Pero ella está más allá de todo eso. Y me faltó decirte de por qué “Documenta 14” cambió mi vida. Es porque una vez que sucedió esa escena que te acabo de contar (…) el curador me dice: ‘Cecilia, tu Quipu menstrual ha recorrido el mundo entero. Es la imagen de la Documenta y ha sido reproducida miles y miles de veces”. Entonces, yo creo que eso fue lo que plantó la semilla: el Quipu fue el que se levantó. El Quipu mismo hizo este acto de transformación, porque ahí está la transformación de la conciencia, que siempre nosotros crecimos en Latinoamérica con la idea de todo lo que huele a importante y poderoso venía de afuera. Y la mayor parte sigue creyendo eso. Entonces el Quipu es una forma de conocimiento. No es un objeto, es una forma de sentir y pensar; es una forma de transmitir. La comunicación involucrando al cuerpo, al ser, a la memoria y a la moralidad. O sea, es una forma de escritura, que no es escritura, es mucho más completa: Es multidimensional. Por eso precisamente ahora hay una apreciación desde la física cuántica al Quipu, ya que está ocupando el Quipu como un sistema para transmitir un tipo de información que la escritura no puede transmitir.
El Quipu, además, está dando mucho que hablar. El prestigioso diario británico The Guardian calificó esta obra como “la más misteriosa y conmovedora” que se ha mostrado en las turbinas de la Tate.
Cuando me invitaron a mí a hacer la exposición en las turbinas, yo hice el Brain Forest Quipu, ¿te fijas? Y ese Brain Forest Quipu está ahora ahí y por seis meses (hasta abril). El espacio tiene como 50 metros de alto. Es algo monumental. El primer fin de semana que yo expuse el Quipu allí, llegaron entre 40 y 50 mil personas, ¿Te fijas? Es que cada día llegan miles de personas, porque es como un espacio público, como si fuera un parque.
Y porque se trata de una obra atractiva, recomendada por la prensa, en uno de los espacios más apetecibles del arte contemporáneo…
(Ríe) Sea como fuere. Llegan miles de personas por día.
Y qué te pareció el comentario de “The Guardian”: Misteriosa y conmovedora ¿Ambos calificativos definen tu trabajo?
Me parece fantástico que una crítica del arte –está escrita por un hombre–, hable en esos términos, ¿te fijas? Son términos familiares, no característicos del arte. Entonces yo creo que mi trabajo provoca eso: una respuesta visceral y que mueve lo más profundo, porque no es nada, porque no hay nada. No hay ni pretensión, ni falsía, ni nada de eso. Es algo tan desnudo, tan vacío. Una cosa que me encantaba hacer cuando la estaba construyendo, que duró como un mes, porque yo convertí a la Tate en un taller... Hice todo allí, delante de todo el mundo y con la ayuda de unas 30 personas. Entonces tu veías a las mamás con los bebés en sus carritos y los bebés que veían el Quipu se quedaban como transportados a otra realidad. Y eso le pasa a todo el mundo que está abierto a sentir, a sentir estar vivo, a estar alerta a lo que pasa a tu alrededor. Yo vi esa reacción maravillosa en los niños, en las viejitas, en los inválidos… Es maravilloso contemplar cómo se comportan: la gente se acuesta al pie del Quipu. Es como algo muy maravilloso lo que sucede.